Espejo de identidades
























Mi trabajo es una reflexión sobre el cuerpo colectivo, un cuerpo generado de nuestra misma cultura. Un cuerpo, fragmento de una identidad que va unido a una autodeterminación. Ninguno de nosotros ha elegido nacer hombre o mujer, blanco o negro, alto o bajo con ojos claros u oscuros. Sin embargo, estas son las características que nos representan. El cuerpo es una fuente de identidades diversas; se transforma, se altera con el fin de evitar experiencias dolorosas.
Todos nos relacionamos con el mismo esquema corporal: un esquema representativo que le permite al sujeto tener una referencia para estructurar su experiencia con el mundo externo; pero este esquema cambia en relación a las diferentes culturas, y las diferentes sociedades.
Cada cultura tiene un modelo de cuerpo. Las sociedades industriales desarrollaron toda una serie de dispositivos destinados a modelar los cuerpos y las subjetividades de los ciudadanos, con el fin de extraerles el mejor provecho posible. Se trata de tecnología de biopoder, un poder que apunta directamente a la vida administradora, modelándola para adecuarla a la normalidad. Como resultado de todo este proceso se fueron configurando ciertos tipos de cuerpos y determinados modos de ser: cuerpos dóciles, domesticados, adiestrados, disciplinados, útiles, porque responden y sirven a determinados intereses económicos y políticos.
El capitalismo nos pone frente al problema de la propiedad privada, problema que se refleja también en el cuerpo: igual que cuando decimos “yo tengo una casa” tendemos a decir “yo tengo un cuerpo” en realidad debería de ser “yo estoy siendo cuerpo”. Con el cuerpo vivimos en una eterna ambigüedad, el cuerpo que veo no es el cuerpo que siento; el cuerpo del otro no es mi cuerpo. Aquí entra: Lacan y el estado del espejo. Cuando me veo en el espejo, me veo como otro, como un objeto, cuando siento mi cuerpo eso es el instante presente, soy yo, soy sujeto, las imágenes del cuerpo no son mi cuerpo, son objetos. Es porque ello, que el cuerpo es sujeto y objeto al mismo tiempo. Sujeto cuando lo siento, objeto cuando lo miro. Nunca podemos mirar por completo nuestro cuerpo, solo podemos observar el objeto del cuerpo en una imagen.
Desde el 1939, año en el cual nació la cámara fotográfica, la realidad se desdobló. La realidad se ha bifurcado convirtiéndose en una cosa real y una versión alternativa de sí misma. Está el hecho y su imagen y está el hecho y su proyección. Pero como tal, los hechos reales a menudo no parecen tan reales como sus imágenes, y piden ser confirmados por las mismas. El cuerpo es a la fotografía lo que el espejo es a la realidad; la necesitad de verse reflejado y reconocerse en ese reflejo.
La imagen del cuerpo es un concepto que ha fascinado a los neurólogos durante más de un siglo. La definición de Paul Schilder (1935) es, quizá, la mejor: “La imagen del cuerpo que nos creamos en la mente, es la manera en la cual el nuestro cuerpo nos aparecerá”.
Éstas, son las bases de mi investigación que tomará forma con la realización de retratos a cuerpos femeninos, mujeres con las cuales he tenido y sigo teniendo una relación: un encuetro y un posible desencuentro.
La relación tendrá lugar a través del acto fotográfico: ¿Cómo se relacionan dos cuerpos desnudos delante de una cámara en el momento de retraerlas? ¿Cómo la “fotógrafa” ve a su “retratada” y cómo la “retratada” ve, a su vez, a su “fotógrafa”, que al mismo tiempo será retratada? Lo que pasará es un cambio de roles, un dialogo al mismo nivel.
Un encuentro y un desencuetro, con el cuerpo que pensamos de tener y que a veces idealizamos, y el cuerpo objectivo que lo de demas ven, y que muchas veces no reconocemos.
¿ Nos encontraremos o nos desencontraremos?
Yo como fotógrafa dejaré elegir a la retratada, el lugar donde ella se sienta más a gusto, donde se sienta acogida, tranquila, y será allí donde tomaré la foto. Y posteriormente, es allí, donde yo también seré fotografiada, en un lugar que no es el mío, el lugar del "encuentro". Los retratos serán sin cara: las caras serán cubiertas con un espejo; espejo con el cual nos relacionamos cada día y que nos permite tener conciencia de nosotros mismos y de nuestra imagen.
Al final, por cada retrato que realice, tendré también un retrato de mi misma, una mirada subjetiva del encuetro entre los dos cuerpos.
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